Naya Toledo nació parcialmente ciega. su ojo izquierdo no funcionaba, no tenía ningún movimiento. Así, desde pequeña enfrentó varios retos debido a su condición. Sin embargo, una experiencia que le cambió la vida durante un retiro bíblico le reveló que nada es imposible para Dios.
Según God TV , desde muy joven, Naya enfrentó desafíos al interactuar con compañeros que notaban sus diferencias. Lidió con el acoso en la escuela, donde se burlaban de ella por su apariencia. Como resultado, sus primeros años de vida estuvieron saturados de sentimientos de rechazo.
Por tanto, estas experiencias la llevaron a tomar decisiones inesperadas en la vida, buscando la aceptación en grupos a través de las drogas y el alcohol.
A pesar de estos intentos, permaneció perdida y vacía, sintiéndose desatendida por nadie. Más tarde, Naya volvió a luchar contra sus matones. Cuando tenía poco más de veinte años, se involucró en fiestas, fumar y beber, todo mientras era madre soltera de cuatro niñas.
Encontrar a Cristo
Así, fue sólo en la edad adulta, queriendo cambiar para sus hijos, que Naya aceptó una invitación para ir a la iglesia. Allí escuchó un mensaje que la conmovió profundamente y la llevó a entregar su vida a Cristo. El mensaje proclamaba que “Dios podría sanar tu mente y tu corazón”.
En este sentido, movida por esto, entregó su vida a Cristo, continuando asistiendo a la iglesia y alimentando su relación con Dios. Durante un retiro religioso, en un momento de ferviente adoración, Naya pidió a sus amigos que oraran por su curación. En un instante milagroso, experimentó que una luz entraba por su ojo izquierdo ciego y le devolvió la visión.
“Puedo ver a mis hijos completamente y son más hermosos de lo que jamás podría imaginar. Estoy muy agradecido de que Dios me haya concedido esto. Me mostró: ‘Tú eres mi hija. Estoy para ti, no te preocupes’. Tengo un Padre celestial, tengo un amor celestial”, concluyó.