Mike creció en un hogar secular en los suburbios de Australia, donde la religión era categóricamente rechazada y las personas de fe eran ridiculizadas como hipócritas moralmente desviadas. Cuando era adolescente, se burlaba de la creencia en Dios. Asimismo, su madre maldijo a los predicadores religiosos.
Sin embargo, muchos años después, un colega del ejército lo invitó a la iglesia. Por curiosidad, Mike aceptó la invitación, con ganas de hacer algo diferente. Pensaba que la mayoría de las iglesias estaban llenas de moralistas ancianos, pero estaba muy equivocado. Comenzó a leer el Nuevo Testamento por su cuenta.
En ese sentido, Mike siempre se sintió incómodo por su incredulidad. Sospechaba que podría haber algo más, algo trascendente; pero también sabía que le habían dicho que no pensara de esa manera. Entonces se sintió en conflicto cuando me dolió el corazón ante la injusticia y la crueldad del mundo.
Así, a medida que su fe creció a partir de semillas de duda, se enfrentó a un mundo completamente nuevo que, por primera vez, realmente tenía sentido para mí. Su vida cambió de inmediato.
Finalmente, hasta el día de hoy Mike no considera que la fe sea sofocante o restrictiva. Al contrario, la fe para él ha sido liberadora y transformadora. Ella abrió un universo de significado, belleza, esperanza y vida que él había sido adoctrinado a negar.